Me produce
gracia y, a la vez, vergüenza ajena, ver a los Duendes Tortuga comentarte su hombría inventada y de ensueño, con
la esperanza que me crea todas sus fantasías sexuales como ciertas.
¿A que me
refiero como Duende Tortuga? No se si os acordáis de aquel viejo entrañable de Dragon
Ball, que enseñaba a Goku y a Krilin en el noble arte del combate, el cual cada
vez que veía una mujer empezaba a sangrarle la nariz. Pues de estos Duendes
Tortuga he visto muchos, tanto de palabra como de nariz sangrante (y es en
serio, sangrarles la nariz cada vez que veían un poco de “chicha” en una mujer).
Es fácil reconocerlos y no por el caparazón en la espalda Seguro que
más de uno tienes algún
amigo que cuando va por la calle cree que mirando fijamente a una mujer puede
conseguir que se quite las bragas en medio de la calle y le pida rodar una peli
porno. O el otro que presume de durar más que un actor porno, después de
empalmar 5 secuencias en una. Yo conozco a muchos que cuando se encuentran con una
mujer de grandes pechos (o no) y con un escote muy sugerente, tienen un extraño
problema de fuerza magnética que le impide mirar a la cara de la chica. O aquel
que despista la mirada, pero cuando pasa la mozuela, se gira y mira el trasero
de la misma, durante más de un minuto, aunque gurará que no se ha girado para
mirar.
Sí mis
queridos contertulios, estos son los “Duende Tortuga”.
Pero esto no
es de una generación más o menos actual, sino que esto viene de una época más
temprana, más “setentera”. Los primeros “Duendes Totrtuga que hemos tenido en
España, muy propio de este país tan entrañable y de la que la gente suele
perderse en ensoñaciones, en fantasías y en “que pudo ser”, lo tenemos en las películas,
únicas en su genero, de Andrés Pajares y Fernando Esteso, Pues si, empezó, más
o menos, con la generación de la transición, los que entonces tenían entre los
18 y 25 años; de los que pasaron de ver mujeres con la mantilla y la falda de
un palmo por debajo de la rodilla, a la liberación sexual de la mujer, de
escotes sin sujetador y de minifaldas a un palmo por encima de la rodilla.
Aunque
hayamos pasado de una época de una escolaridad austera y parca en conocimiento
(la que quieren ciertos políticos que vuelva), a la actual época mucho más
intelectual, seguimos rodeados de Duendes Tortugas de nuevas generaciones, que
en cuanto ven un poco más de carne de lo normal, en una mujer se entiende, empiezan
a babear, se le salen los ojos de las órbitas y les sangran la nariz.
Estos
Duendes Tortuga son fáciles de reconocer, por mucho que intenten esconder su
condición de “salido sexual”, ya que son los que están constantemente con los
amigos tomándose algo, en especial cervezas (considerada por ellos “muy de
hombres”) y comentando la jugada del día.
¿Quién no ha
ido alguna vez con compañeros del trabajo al terminar la jornada laboral a
tomar algo? Te dicen que te vengas con ellos para comentar como ha ido el día y
mientras todos piden cerverzas (da igual la cantidad pedida, pero siempre
cerveza), uno toma una Cola, un agua con/sin gas o, simplemente un cortadito,
la primera que te meten en la frente es que tomas bebidas “de mujer”. Y de una
quedad entre compañeros para comentar como ha ido el día, a empezar a hablar
del escote de la secretaria, del culo de la contable, o de la cara de come…. de
la becaria y, omo no, lo que llegarían ha hacer cone ellas, explicándolo con todo lujo de
detalles, como el que cuenta la escena de una peli erótica-porno de muy bajo
presupuesto española (vamos de película amateur, con encuadre desplazado y enfoque
borroso), y a cámara lenta, con poses imposibles o con acciones que dicen que harían,
con las que enfriarían a la mujer más fogosa.
Y si no
hablas de estos temas, porque ni me van ni me vienen, empiezan a cuestionarte
tu hombría, ya no sólo el rato que puedas estar con ellos, sino en los
siguientes 15 días. La pena es que todos ellos suelen no tener novia fija, no
estar casado (o divorciados de hace años) y, aunque parezca mentira, no tener
ninguno niños. Y que decir que cuando hay un problema, que en vez de demostrar “su
hombría” dando la cara para solucionarlo, lo primero que hacen es lloriquear
para que otro le saque del berenjenal que ha montado.
Pero la
verdad es que cuando estos “Duendes Tortuga” se encuentran con una mujer
dispuesta a querer “royo” (o más), empiezan a balbucear sonidos incoherentes, a
quedarse quietos como estatuas de sal y, en cuanto su cerebro reacciona, a
buscar una escusa para escabullirse y salir corriendo en dirección contraria.
Recuerdo
hace años, acompañando a una de mis Hija Vader a bailar delante de público, uno
de estos compañeros, al ver a las chicas con ropa de Leia Esclava, aunque tenía
más de 30 años y (según él) mucha experiencia con mujeres, se quedo boquiabierto,
para lizado y ¡le sangraba la nariz!
(¡¡lo juro por el San Palpatín!!).
Como conocía
a la mayoría de la bailarinas, y sabiendo que los Duendes Tortugas son bastante
bocazas en lo referente a la “gran experiencia con mujeres” le ofrecí para
presentarle a un par de ellas, lo que me dijo que vale, pero que antes tenía
que ir al lavabo. Aun hoy estoy esperando que salga de él.
Las nuevas
generaciones de Duendes Tortuga, además de quedar en bares, suelen seguir estas
conversaciones via whatsapp, en el que se desenvuelve con total fluidez,
enviando memes, videos y frases cortas y concisas (“mira que jaca”, “vaya tetas”,…),
todo un flujo de conocimiento de Duende Tortuga que viaja de un
dispositivo móvil a otro convirtiendo algunos grupos de whatsapp en auténticas
parrillas televisivas de contenido pornográfico.
Aunque
parezca mentira, y desgraciadamente, los Duendes Tortuga están socialmente
aceptados. Ningún hombre hetero ha escapado de ello. En algún momento nos hemos
comportado como Duendes Tortuga, nos guste o no, nos hayamos dejado llevar o
hayamos hecho la gracieta de turno.
Pero… ¿A alguno
de los Duendes Tortuga le gustaría que las mujeres hiciesen lo mismo? La
respuesta, con mucha hombría por parte de ellos, es NO.
Aunque ya
empiezan a existir Duendas Tortuga.
Papá Vader.
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