Hay muchas maneras de conseguir
cosas, bien trabajándolo correctamente, bien haciendo que otros lo trabajen por
ti. En el caso de estos últimos es gente que se dedica a maltratar
psicológicamente a sus presas, para conseguir sus objetivos, bien sea para
conseguir ganar un concurso, amañándolo con chantajes emocionales, bien
conseguir que te realicen un proyecto,
pero firmándolo otro.
Pero lo más lamentable es que la víctima
propiciatoria, cuando se ha visto involucrada en el tema, intenta por todos los
medios hacer lo mismo con otra gente; robar para conseguir algo es una buena
solución. Más cuando el primero le promete a la víctima ventajas y beneficios,
que en el fondo nunca llegan.
Una forma de conseguir estas
cosas es “por lástima”, llorando a quien sea, buscando una víctima
propiciatoria para convertirla en esclava, que pueda maltratar
psicológicamente. Y cuando esta victima accede, “por lástima” a las exigencias,
es cuando se convierte en esclavos del llorón, ya que después exigen que se le
siga dando lo mismo, “como si fuese una obligación”.
Este personaje, el llorón “profesional”, siempre se queja de todo, sin
importar por lo que se han quejado anteriormente; no les importa llevarse a sí
mismos la contraria. Y si alguien se da cuenta de su contradicción, lloran “porque
nadie les cree”. Si llueven se molestan, si sale el sol también, si los saludas
de mala gana se enfadan, si los saludas amablemente les fastidia, si opinas de
una manera les contraria, si opinas de la otra manera les encoleriza, si tienes
una forma de hacer las cosas, no les agrada, si las haces de otra, les
desagrada. El tema es quejarse, buscar un motivo para pensar que el mundo está
en contra de ellos y que nadie es capaz de entenderlos.
Realmente el quejarse es la consecuencia de la acumulación de estados reprimidos
actuales y pasados, muchas veces por no guardárselo y no decir nada, y otras por
hablar demasiado de ello. Seguro que si miras a tu alrededor encontraremos a muchas
personas que se quejan constantemente. Os comento una cosa: no es bueno para
nosotros y es necesario romper con esas costumbres, ese mal hábito, y ser
libres de ese parloteo continuo que sólo nos trae más dolores de cabeza.
Los llorones, o quejosos, no están constantemente con las lágrimas en
los ojos y balbuceando incoherentes palabras entre sollozos. NO. La forma de reconocerlos es:
• Pierde su tiempo en anécdotas y cosas pasadas.
• No tiene sueños, metas, ni propósitos.
• Siempre espera que otro resuelva su vida.
• Es dubitativo, reiterativo y limitado
• Tiene una mente cerrada.
Los llorones no harán lo que hace la gente con éxito:
• No valoran su tiempo y sabe que el tiempo de la queja es un tiempo
perdido.
• No aprenden, se instruye permanentemente.
• No saben concentrarse en su proyecto.
• No invierten en cosas importantes, y mucho menos invierten en su
crecimiento personal.
• No viven cada momento con intensidad.
• No invierten el tiempo en soñar sueños grandes.
Todos, todos podremos reconocer algunos de estos síntomas en nosotros,
ya que en la sociedad que vivimos nos han ensañado, desde nuestros padres,
pasando por los maestros y los superiores en algún trabajo, que la única manera
de conseguir cosas es de esta forma… Que engañados que nos tenías. Pero los
llorones profesionales son los que, después de leer hasta aquí, dirán “no tengo
ninguno de estos síntomas” y empezarán, si no lo han hecho antes de llegar a
este punto, a quejarse de este escrito.
Muy típico de ellos.
La forma de pensar de los llorones es lo que
se denomina " mente de langosta", ya que nunca consiguen nada, nunca llegan al final de
su objetivo, si realmente tienen alguno en esta vida. Hay personas una vez conocen a alguien, lo
primero que hacen es quejarse. La queja es un lamento, un llanto, una demanda,
un reproche, una desazón, un disgusto, un reclamo permanente que lo único que
logra es alejarte de la mejor gente. ¿A quién le gusta estar cerca de personas
que siempre están dispuestas a encontrarle "los cinco pies al gato"?
Un proverbio oriental dice: "Si tiene
remedio, ¿por qué te quejas? Si no tiene remedio, ¿por qué te quejas?".
Esto me recuerda una frase que usaba mucho un director comercial que tenía que
decía: “Si el problema tiene solución, no es problema. Si el problema no tiene
solución, se convierte en una situación a asumir”.
En el fondo es un tema de aceptación de los
demás. El llorón quiere llamar la atención, ser el centro de atención de los
que le rodean, sentirse importante en su pequeño círculo de influencia. Conozco
gente que se enfadan y van llorando en cuanto alguien les rechaza; no deberían
tomarlo como algo personal, deberían pensar que esa persona seguramente fue
rechazada y dañada anteriormente.
Los llorones se montan paranoias constantes,
ya que es otra de las formas de poder estar quejándose, de hacer sentir lástima
a sus víctimas, de conseguir lo que quieren en ese momento. Son muy propensos a
contar y creerse una forma infantil de mentir, aquello que dice "me
dijeron que tú dijiste, que el otro dijo, lo que dicen de ti"; una forma
de decir que “me estoy inventando una trola y adornándola para que te la creas”.
Y bien, ¿Cómo podemos diferenciar el llorón
del que tiene éxito?:
• El llorón pierde su tiempo en anécdotas y
cosas pasadas; “por aquel entonces, se vivía mejor”.
• El llorón se queda a vivir en la
circunstancia actual, en lo que le va bien, en el no avanzar, en el no
progresar.
• El llorón no tiene sueños, metas, ni
propósitos; sólo un objetivo, ser el centro de atención del mayor número de
gente.
• El llorón en el fondo es dependiente, siempre
espera que otro le solucione sus problemas, le resuelva su vida.
• El llorón es dubitativo, reiterativo y
limitado; repite lo único que sabe hacer y no desea innovar. Lo que sabe hacer
es lo único válido, el resto, es un motivo para quejarse.
• El llorón tiene una mente cerrada.
Y por último unas frases para pensar.
"Las quejas son el lenguaje de la
derrota." Frank Grane
"El pesimista se queja del viento; el
optimista espera que cambie; el realista ajusta las velas." William George
Ward
Saludos.
Papá Vader.
Referencia: Gente Tóxica de Bernardo Stameteas.
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