Procusto
(del griego antiguo Procrustes, literalmente ‘estirador’), también llamado
Damastes (‘avasallador’ o ‘controlador’), Polipemón (‘muchos daños’) y
Procoptas, era un posadero asesino del Ática (o según otras versiones a las
afueras de Eleusis), que se le consideraba hijo de Poseidón. Cuando un viajero
solitario se alojaba en su posada, Procusto entraba por la noche en su
habitación y le ataba las extremidades a las esquinas de la cama. Entonces
había dos posibilidades:
Si el
viajero era más grande que la cama, Procusto le cortaba las extremidades que
sobresalían (pies, brazos, cabeza…) para que ‘encajase’ exactamente en el
lecho.
Si por el
contrario era más pequeño que la cama, le ‘estiraba’ hasta descoyuntarlo para
que se adaptase a la medida. De hecho, el verdadero nombre del posadero era
Damastes. Procusto era su apodo ya que significa ‘el estirador’.
Curiosamente
nunca nadie se adaptaba a la medida de la cama, ya que Procusto tenía realmente
dos camas para esta tarea: una grande y otra pequeña, que asignaba al viajero, según
la altura del mismo.
El héroe
Teseo, en el último de sus trabajos, fue quien acabó con Procusto engañándole
para que se tumbase en la cama, retando a Procusto a comprobar si su propio
cuerpo encajaba con el tamaño de la cama, momento que aprovechó para
amordazarlo y atarlo a la cama y, allí, lo torturó para «ajustarlo» como él
hacía a los viajeros, cortándole a hachazos los pies y, finalmente, la cabeza.
Del mito a la actualidad.
La
incapacidad para reconocer como válidas ideas de otros, el miedo a ser superado
profesionalmente por un subordinado o la envidia hacia un subalterno, pueden
llevar a algunos directivos o mandos intermedios a evitar su principal función de
responsabilidad, que no es otra que tomar las decisiones más adecuadas para su
empresa, dedicándose a cortar las ideas, iniciativas y aportaciones de los
empleados que pueden dejarles en evidencia ante esta falta de responsabilidad.
A esto se
le llama es el Síndrome de Procusto,
que su propia definición ya deja claras sus negativas consecuencias, ya que básicamente
se ha convertido sinónimo de la intolerancia a la diferencia.
Así, cuando alguien quiere que todo se ajuste a lo que dice o
piensa, se suele decir que quiere que se acuesten en el ‘Lecho de Procusto’;
más comúnmente dicho como “hacerle la
cama”.
Procustos en la empresa.
Para poder reconocer a un mando con el síndrome de Procusto, se
puede hacer mediante una diferenciación entre dos formas de concebirlo: los Inconscientes
y los Conscientes:
1. Inconscientes de que lo son: Los que no escuchan otras opiniones de nadie, y menos de sus subordinados, al entender que su idea siempre va a ser la mejor y son los demás quienes deben adaptarse a ella.
2. Conscientes de que lo son: Los que se dan cuenta que entre sus subordinados existe uno o más que pueden destacar más que ellos y hacerles sombra.
2. Conscientes de que lo son: Los que se dan cuenta que entre sus subordinados existe uno o más que pueden destacar más que ellos y hacerles sombra.
Estos pueden detectarse de la siguiente
forma:
Inconscientes:
- Su visión siempre es tan clara que se molestan si se les
dice que no tienen razón.
- No se ponen en el lugar de los demás, aunque creen que sí lo
hacen.
- Suelen hablar constantemente de tolerancia, multidiversidad,
intercambio de ideas… pero cuando esto se produce no soportan que se den
opiniones diferentes a la suya y siempre encuentran la manera de criticar o desprestigiar
a esa persona.
Conscientes:
- Tienen miedo de ‘jóvenes, nuevos y proactivos’ con
conocimientos, capacidades o iniciativas que ellos no tienen.
- Limitan las capacidades, creatividad e iniciativa de sus
subordinados para que no evidencien sus propias carencias, haciéndoles hacer
otras funciones diferentes por las cuales se les ha contratado.
- Son capaces de modificar su posicionamiento inicial ante un tema
si ven que alguien opina igual y puede llegar a capitalizar la atención o
destacar sobre él si se acepta esa tesis.
En cualquiera de los dos casos, tanto los conscientes como los
inconscientes, siempre llegamos al mismo punto dentro de la empresa, a las
consecuencias de ello:
- Generan un clima laboral de tensión y estrés.
- Fuerza las circunstancias para ajustarlas a su propio modelo.
- No optimizan sus equipos. Priman su visión personal, o incluso
sus intereses particulares, frente a la maximización del rendimiento y la
eficacia.
- Deforman, ocultan, interpretan… los datos obtenidos tras un
estudio de manera que confirmen su hipótesis previa.
- No asignan tareas a quienes las harían mejor, cierran su acceso
a proyectos en los que destacarían, no les evalúan correctamente en los
controles internos…
- Exigen niveles de Calidad y perfección que, en muchas ocasiones,
ni las tienen ellos ni se pueden alcanzar.
- Por su autoconvencimiento de tener razón, son más proclives al
lanzamiento de productos o servicios que exigen una cierta adaptación del
usuario. Esto puede traer éxitos momentáneos si lo que se aporta también es
novedoso y atractivo, pero si no se ha procurado adaptarse totalmente a lo que
precisa el mercado la competencia pronto lo clonará adecuándolo al
consumidor/cliente y llevará al fracaso a quien lo creó.
- Y si su idea fracasa, buscará a los que han opinado lo
contrario, para usarlos como únicos culpables de ese fracaso.
Aunque parezca mentira, el Síndrome de Procusto es uno de los
grandes males de muchas empresas. Y todos hemos visto a muchos mandos que se
comportan justamente así. Hay que tener en cuenta que el gran problema de muchas empresas es que tienen
empleados en puestos de responsabilidad que han decidido (consciente o
inconscientemente) que sus obligaciones no son las que les ha asignado la
empresa, sino que su trabajo consiste en mantener su trabajo. Por lo que n
tiene sentido contratar a Personas Inteligentes y después decirles lo
que tienen que hacer; cuando lo mejor es contratarlos para que sean ellos los digan
lo que debe hacer la empresa.
Pero esto último, pocas empresas se han
dado cuenta de ello.
Papá Vader.