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domingo, 20 de noviembre de 2016

La ineptitud de los mandos.

Hace unos días, a raíz de una conversación, saqué del baúl que tenía bajo llave en ese desván llamado “recuerdos”, una historia curiosa que me pasó estando en el ejército, en el 85.

Al abrir mi pequeña caja de Pandora particular, he visto de refilón las cosas negativas de esos dos años de mi vida, que en su mayoría fueron buenas o aceptables para haber estado en el cuerpo de los almogávares, como compañeros heridos en maniobras, la disciplina legionaria, compañeros frustrados y amargados por haberse alistado, el “puteo” del veterano reenganchado que quiere ser expulsado antes de tiempo, aunque sea con deshonor,… Cosas malas o no tan buenas como el resto que no tengo guardadas en el baúl.

Como decía, estuve hablando con un amigo sobre la ineptitud de los mandos en la actualidad, recordando un caso, ni bueno ni malo, sino simplemente curioso que me paso en unas maniobras, y no dista mucho de ser diferente la actitud actual de la de hace 30 años.

En estas maniobras, después de toda una mañana de constante traqueteo (traqueteo de las MG 47 de mi sección de armas de apoyo, se entiende) nos dieron descanso para ir a comer. Acabábamos de empezar a comer cuando un par de ráfagas perdidas de alguna MG de otra compañía, impacto entre las hileras de los vehículos donde estábamos descansando. No paso nada más… bueno, sí, la ineptitud y cobardía infame de algunos mandos. De los mandos superiores de la compañía.

Nada más empezar a caer los primeros impactos, todos los que estábamos cerca de estos (a mí me pasaron a menos de un metro) tuvimos los reflejos ávidos y nos ocultemos, algunos debajo de los jeeps, otros, como yo, detrás de uno de ellos. Pasados unos instantes fui de los primero (o el primero, no lo sé) de sacar la cabeza para ver de dónde venían los disparos. No se veía nada, ningún destello. Seguía el silencio en mi entorno inmediato, sólo oía mi respiración y los latidos de mi corazón. Y la adrenalina por las nubes. Entonces oí a unos 50 metros gritar al capitán algo a su radio sobre que tenía que ponerse en contacto con Plana Mayor para avisar del alto el fuego. Han pasado más de 10 minutos.

Mientras, yo decidí terminado de comer, ya que no había más disparos y el silencio seguí latente.

Mientras tanto, el teniente de nuestra sección de armas de apoyo, “mi teniente”, estaba histérico perdido, blanco como la nieve y no paraba de correr de un lado para otro y de chillar cual quinceañera asustada, daño saltitos absurdos y diciendo, creo, algo como “todos a cubierto” una y otra vez. Si hubiesen vuelto a disparar, fijo que le hubiesen impactado, ya que no paraba de estar en medio de todos los sitios, y con las partes bajas mojadas (y no es broma).

Este teniente, (ya no recuerdo el nombre, pero lo llamábamos “Lo Torpe”, ya que con sus casi 2 metros de altura era capaz de tropezar y caerse de cabeza en medio de un desfile,… o casi), pasados ya unos 15 minutos después de la ráfaga de balas, se dio cuenta que yo estaba oculto tras un jeep y terminando de comer. Esto le puso más histérico aun y me pregunto porque no estaba como él (supongo que se refería a histérico). Al responderle, cuadrándome como se debe hace, que hacía más de 15 minutos que no nos disparaban, que no debía preocuparme más, entonces chilló algo ininteligible para mí, dándole una patada a mi bandeja de comida y tirando lo que me quedaba de la comida por el suelo. Menos mal que era un teniente, que sino… y sobre todo a que salió corriendo, pálido como el mármol blanco de las esculturas de un cementerio, dando saltitos absurdos y chillidos de quinceañera, en pos del capitán.

Pasados unos diez minutos más, y después que nuestro teniente se perdiese tras una pequeña loma con un pequeño muro, vestigio de algún cercado de la casa abandonada en medio del campo de maniobras en el que nos pusimos a descansar, dejando a su sección, a todos nosotros (unos 30 paracas) tras los vehículos a 50 metros de distancia, oí como me llamaba el segundo al mando de la compañía, el Teniente Alcaide (que después, y supongo que a raíz de este incidente, se convirtió en el teniente de la sección de armas de apoyo), para que avisara al resto de compañeros que cogiésemos nuestros bártulos y nos fuésemos tras la loma, donde se refugió el resto de la compañía tras la única ráfaga sufrida. Avise a los sargentos y estos organizaron, con calma y orden, como dos buenos profesionales, nuestra “retirada” hacia la loma, de forma escalonada, quedándome yo para el final junto con los sargentos. A mi teniente le repateó que no corriese como él, y que me lo tomase con calma y frialdad.

Al llegar tras la loma, otra imagen absurda de ineptitud suma. Nuestro capitán escondido (porque no podía enterrarse) tras el pequeño muro de escasamente un metro de altura, y de piedra maciza, iba dando órdenes… raras, como por ejemplo obligaba al segundo oficial a que mirará con prismáticos por encima del muro, pero sin asomarse en exceso y que le informara constantemente, con frases como “¿Qué está pasado?”, “¡informe!”, “¿ve alguna cosa?”, “¡informe!”,…, pero sin asomarse él para nada. Todo ello con un mapa del campo de maniobras en sus manos y estar constantemente diciendo al resto de tropa que estuviesen tirados al suelo y que no levantásemos la cabeza… y eso que estábamos tras una loma de cerca de 10metros de alto…

A todo esto, ya llevábamos más de 20 minutos desde las ráfagas de balas.

En vista que el radio de compañía no se ponía en contacto con Plana Mayor, el Teniente 2º al mando me preguntó si sabía la frecuencia de contacto con ellos. Le informé que sí y que acababa de cambiar la pila seca de mi AN/PRC77, ya que estaba viendo que mi compañero de transmisiones, el cabo radio de compañía, no contactaba y se entrecortaba el sonido, muy característico de cuando nos estábamos quedando sin batería. Saqué mi libreta con las frecuencias del día en curso y, antes de llamar solicite me indicasen la posición en la que estábamos. El Capitán, con el plano en la mano, no tenía ni idea de donde estábamos, o no entendía mi “extraña” solicitud. El 2º al mando, con una pequeña fotocopia de la zona, me dio nuestras coordenadas. Inicie el contacto por radio y a la primera hablé con Plana Mayor, indicándole lo sucedido y nuestras coordenadas. Un minuto más tarde, nos informaron que los disparos accidentales hacia casi media hora que habían finalizado y que sentían mucho nuestra situación.

Realmente el radio de Plana Mayor, el cabo 1ª que me instruyo en comunicaciones, se sorprendió mucho que le llamásemos pasada media hora después de los hechos. Y, como sabía que no podía hablar, (habíamos congeniado bien, aun siendo de otra compañía; los dos éramos del mismo barrio de Barcelona), me hacía preguntas y yo contestaba con monosilábicos (si, no, ok, no sé,,…) y dio en el blanco con las preguntas respecto a nuestro radio de compañía, ¿tenía la frecuencia del día en la radio? (respuesta: no sé),  ¿la pila estaba agotada? (respuesta: Si), ¿se había actuado con el protocolo correcto para estos casos? (Respuesta: no). El 2º al mando me miraba, oía mis respuestas (y yo intentando no mirarlo), pero creo que sabía lo que me preguntaban, ya que se reía, incluso a carcajada, meneaba la cabeza mirando al capitán y a su radio, y me confirmaba lo que decía asintiendo… Aquí debo decir, que cuando me pidieron que hiciese yo la llamada, el cabo de transmisiones se dio cuenta y cambio al dial que acababa de poner yo; él tenía el del día anterior. Más tarde me “pidió” que no se lo dijese a nadie (bueno, como él era cabo y yo no, me “ordenó” no decir nada), pero el Teniente, 2º al mando de la compañía, también se dio cuenta de su cambio de dial… Este teniente venia de la SADA y por lesión tuvo que pasar a nuestra compañía. Era todo menos tonto,  primeraco de su promoción y, antes de la lesión, a punto de ser ascendido a Capitán. Exigente y duro con su gente en el trabajo militar, pero humano y comprensivo cuando se le necesitaba.  Lo dicho podría ser de todo menos tonto.

Al cabo de transmisiones, el radio del capitán… al llegar al cuartel, pasó a ser cabo de pelotón.

Y ese fuel el principio del fin de mi carrera militar. Ver tanta ineptitud en los mandos, me tiro para atrás mis ganas de reengancharme dos años más en el ejército. Si todos los mandos se lo tomasen más en serio, aunque fuese “algo” parecido como el 2º al mando…

Desgraciadamente de estos (y peores) me los he encontrado en la vida laboral, también como mandos;  o sea, salir del fuego para caer en las brasas.


sábado, 25 de junio de 2016

Para pensar… los que sepan hacerlo.


Todas las circunstancias tienen un sentido y un “para qué”. Nada sucede por casualidad; todo es sincronía.

Llevar un sueño a su resolución, implica compromiso y tomar acciones necesarias. Entonces las sincronías se manifiestan cada vez más en tu vida e irán perfilando tu camino (Carl Gustav Jung).

Se dice que sólo hay 3 tipos de personas que nunca comenten errores:
· Los que no han nacido.
· Los que no hacen nada.
· Los que han muerto.
Afortunadamente todos cometemos errores, porque ellos nos permiten aprender.

Cometer un error es transgredir nuestro guía interior, la voz de nuestra consciencia (Dr. Buchanan).

Aunque tengas miedo, hazlo igual. Pase lo que pase estas condenado a aprender (Enric Corbera).

La falta no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos (William Shakespeare).

Hay que aprender a desaprender.

El éxito no es un logro. El éxito es una consecuencia de las cosas bien hechas.

Se siempre tu mismo, no imites a nadie, muéstrate al mundo, cuenta tus dones,  toma consciencia de cuantas cosas realmente puedes hacer y camina un kilómetro más. Tienes el poder más grande: el poder de elegir.
Elige Amar en lugar de Odiar.
Elige Reír en lugar de Llorar.
Elige Crear en lugar de Destruir.
Elige Perseverar en lugar de Renunciar.
Elige Alabar en lugar de Criticar.
Elige Curar en lugar de Herir.
Elige Dar en lugar de Robar.
Elige Actuar en lugar de Aplazar.
Elige Crecer en lugar de Consumirte.
Elige Bendecir en lugar de Blasfemar.
Elige Vivir en lugar de Morir. (Og Mandino)

lunes, 25 de abril de 2016

Mamá Vader Rota



El pasado 23 de abril, día de Sat Jordi, día de los enamorados en Catalunya y otras partes del mundo mundial, Mamá Vader tenía que trabajar.

Como mucha gente.

Y como mucha gente, hizo lo que muchos, saltar el último escalón, pero ella no fue consciente de este salto (digámoslo así, por decirlo de forma suave hacia el resto de “ovejas” o “borregos” del metro), cayó y se rompió el pie. Rotura limpia. Pero aun así, fue a trabajar, como buena Mamá Vader.

Al final regreso a casa pasando por urgencias, pensando que sólo era un leve esguince, como mucho.

Papá Vader le ha regalado una rosa, una rosa que le durará más de un mes.


Papá Vader.

domingo, 27 de diciembre de 2015

El Duende Tortuga



Me produce gracia y, a la vez, vergüenza ajena, ver a los Duendes Tortuga  comentarte su hombría inventada y de ensueño, con la esperanza que me crea todas sus fantasías sexuales como ciertas.

¿A que me refiero como Duende Tortuga? No se si os acordáis de aquel viejo entrañable de Dragon Ball, que enseñaba a Goku y a Krilin en el noble arte del combate, el cual cada vez que veía una mujer empezaba a sangrarle la nariz. Pues de estos Duendes Tortuga he visto muchos, tanto de palabra como de nariz sangrante (y es en serio, sangrarles la nariz cada vez que veían un poco de “chicha” en una mujer).

Es fácil reconocerlos y no por el caparazón en la espalda Seguro que más de uno tienes algún amigo que cuando va por la calle cree que mirando fijamente a una mujer puede conseguir que se quite las bragas en medio de la calle y le pida rodar una peli porno. O el otro que presume de durar más que un actor porno, después de empalmar 5 secuencias en una. Yo conozco a muchos que cuando se encuentran con una mujer de grandes pechos (o no) y con un escote muy sugerente, tienen un extraño problema de fuerza magnética que le impide mirar a la cara de la chica. O aquel que despista la mirada, pero cuando pasa la mozuela, se gira y mira el trasero de la misma, durante más de un minuto, aunque gurará que no se ha girado para mirar.

Sí mis queridos contertulios, estos son los “Duende Tortuga”.

Pero esto no es de una generación más o menos actual, sino que esto viene de una época más temprana, más “setentera”. Los primeros “Duendes Totrtuga que hemos tenido en España, muy propio de este país tan entrañable y de la que la gente suele perderse en ensoñaciones, en fantasías y en “que pudo ser”, lo tenemos en las películas, únicas en su genero, de Andrés Pajares y Fernando Esteso, Pues si, empezó, más o menos, con la generación de la transición, los que entonces tenían entre los 18 y 25 años; de los que pasaron de ver mujeres con la mantilla y la falda de un palmo por debajo de la rodilla, a la liberación sexual de la mujer, de escotes sin sujetador y de minifaldas a un palmo por encima de la rodilla.

Aunque hayamos pasado de una época de una escolaridad austera y parca en conocimiento (la que quieren ciertos políticos que vuelva), a la actual época mucho más intelectual, seguimos rodeados de Duendes Tortugas de nuevas generaciones, que en cuanto ven un poco más de carne de lo normal, en una mujer se entiende, empiezan a babear, se le salen los ojos de las órbitas y les sangran la nariz.

Estos Duendes Tortuga son fáciles de reconocer, por mucho que intenten esconder su condición de “salido sexual”, ya que son los que están constantemente con los amigos tomándose algo, en especial cervezas (considerada por ellos “muy de hombres”) y comentando la jugada del día.

¿Quién no ha ido alguna vez con compañeros del trabajo al terminar la jornada laboral a tomar algo? Te dicen que te vengas con ellos para comentar como ha ido el día y mientras todos piden cerverzas (da igual la cantidad pedida, pero siempre cerveza), uno toma una Cola, un agua con/sin gas o, simplemente un cortadito, la primera que te meten en la frente es que tomas bebidas “de mujer”. Y de una quedad entre compañeros para comentar como ha ido el día, a empezar a hablar del escote de la secretaria, del culo de la contable, o de la cara de come…. de la becaria y, omo no, lo que llegarían ha hacer cone  ellas, explicándolo con todo lujo de detalles, como el que cuenta la escena de una peli erótica-porno de muy bajo presupuesto española (vamos de película amateur, con encuadre desplazado y enfoque borroso), y a cámara lenta, con poses imposibles o con acciones que dicen que harían, con las que enfriarían a la mujer más fogosa.

Y si no hablas de estos temas, porque ni me van ni me vienen, empiezan a cuestionarte tu hombría, ya no sólo el rato que puedas estar con ellos, sino en los siguientes 15 días. La pena es que todos ellos suelen no tener novia fija, no estar casado (o divorciados de hace años) y, aunque parezca mentira, no tener ninguno niños. Y que decir que cuando hay un problema, que en vez de demostrar “su hombría” dando la cara para solucionarlo, lo primero que hacen es lloriquear para que otro le saque del berenjenal que ha montado.

Pero la verdad es que cuando estos “Duendes Tortuga” se encuentran con una mujer dispuesta a querer “royo” (o más), empiezan a balbucear sonidos incoherentes, a quedarse quietos como estatuas de sal y, en cuanto su cerebro reacciona, a buscar una escusa para escabullirse y salir corriendo en dirección contraria.

Recuerdo hace años, acompañando a una de mis Hija Vader a bailar delante de público, uno de estos compañeros, al ver a las chicas con ropa de Leia Esclava, aunque tenía más de 30 años y (según él) mucha experiencia con mujeres, se quedo boquiabierto, para lizado y ¡le sangraba la nariz! (¡¡lo juro por el San Palpatín!!). 

Como conocía a la mayoría de la bailarinas, y sabiendo que los Duendes Tortugas son bastante bocazas en lo referente a la “gran experiencia con mujeres” le ofrecí para presentarle a un par de ellas, lo que me dijo que vale, pero que antes tenía que ir al lavabo. Aun hoy estoy esperando que salga de él.

Las nuevas generaciones de Duendes Tortuga, además de quedar en bares, suelen seguir estas conversaciones via whatsapp, en el que se desenvuelve con total fluidez, enviando memes, videos y frases cortas y concisas (“mira que jaca”, “vaya tetas”,…), todo un flujo de conocimiento de Duende Tortuga que viaja de un dispositivo móvil a otro convirtiendo algunos grupos de whatsapp en auténticas parrillas televisivas de contenido pornográfico.

Aunque parezca mentira, y desgraciadamente, los Duendes Tortuga están socialmente aceptados. Ningún hombre hetero ha escapado de ello. En algún momento nos hemos comportado como Duendes Tortuga, nos guste o no, nos hayamos dejado llevar o hayamos hecho la gracieta de turno.

Pero… ¿A alguno de los Duendes Tortuga le gustaría que las mujeres hiciesen lo mismo? La respuesta, con mucha hombría por parte de ellos, es NO.

Aunque ya empiezan a existir Duendas Tortuga.

Papá Vader.

Imágenes: